Paciencia, Natalia… ¡PACIENCIA!
- Admin
- 22 dic 2016
- 2 Min. de lectura

Hay momentos en que una, como mamá, tiene ganas de perder los papeles y estallar de ira o cólera con la primera persona que se cruce en nuestro camino. Cuando el motivo es algo que ha hecho o dicho nuestro hijo, lógicamente, no podemos desquitarnos con ellos mismos, eso hace que muchas veces nos traguemos a nuestro yo histérico y afloremos a la dulce y comprensiva mamá que todas llevamos dentro.
Una de las cosas que Mateo siempre me hace es el querer salir, eso no tiene nada de malo, pero si tomamos en cuenta que me lo pide cinco minutos después de haber estado en el parque, llega a ser algo desesperante. Obviamente, para los niños no existe el día y la noche, lo limpio y lo sucio, tampoco se dan cuenta si una está cansada u ocupada. Lo mejor en estos casos es tratar de disuadir al pequeño con otras actividades, como ver televisión, algún juguete didáctico, alguna comida o entremés, quizás también una ducha para que se relaje un poco.
Las pataletas son algo que a toda mamá irrita, no existe niño en el mundo que no tenga rabietas de vez en cuando, generalmente a nosotras nos saca de nuestras casillas y buscamos desesperadamente una solución para calmar la escena que nos hacen nuestros niños. Recuerdo cuando a Mateo le dio su primera pataleta, no sabía qué hacer; probé todo lo que había odio antes, cosas como ignorarlo, levantarlo del piso, conversarle o quizás regañarlo.
Afortunadamente, la solución la encontré de casualidad. Mi desesperación llegó a tal punto que, al borde de la histeria, decidí respirar y tratar de calmarme, sentía que la situación se escapaba de mis manos y se me humedecieron los ojos, estaba a punto de llorar por la impotencia de no saber que más hacer, hasta ahí, Mateo iba ganando y por Knock Out.
¡Santo remedio! Mateo, al ver que yo ya no podía más y estaba a punto de quebrarme, de manera automática se calmó, vino hacia mí, me abrazó y me besó. Sin saberlo, él mismo me enseñó la fórmula para calmar sus pataletas (¿Quién diría, no?). A partir de ese momento, me di cuenta que la solución es esa, darle amor y afecto, no siempre es bueno darle todo lo que piden, uno a veces de manera inconsciente satisfacemos sus antojos y los mal acostumbramos, debemos darles a entender que las cosas cuestan y que si quieren algo, deben ganárselo haciendo cosas tan simples y cotidianas como decir “por favor” y “gracias”, por ordenar con lo que jugó o quizás no dejando su ropa tirada por cualquier lugar.
Los niños son todo un mundo nuevo por descubrir, no existe uno igual a otro. Nuestra labor como mamá es educarlos y enseñarles las cosas buenas y correctas que deben hacer, pero, tal como les conté líneas arriba, muchas veces ellos mismos nos enseñan cosas con sus acciones y reacciones, es por ello que el vínculo es tan fuerte, por más que seamos dos personas distintas, al mismo tiempo somos uno solo.
Commenti