Yo, mamá
- Admin
- 20 dic 2016
- 3 Min. de lectura

Mi nombre es Natalia y soy la mamá de Mateo, desde que él nació, pensé en crear un blog en dónde pueda compartir mis vivencias, el día a día, las cosas bellas de la maternidad y también, los momentos difíciles en los cuáles una debe luchar con todas sus fuerzas. Han pasado ya dos años y medio desde que empezó esta nueva etapa de mi vida, una etapa que no tendrá fin, pasar de ser “la hija” para tomar las responsabilidades de una mamá.
Fui mamá a los veinte años, mi vida cambió completamente, dentro de aquel temor y miedo a no saber qué hacer, también sentía más fuerzas, más ganas y mayor deseo de salir adelante y superarme; ya no era solo una persona, ahora éramos dos. De repente, mis pasatiempos y gustos variaron, cambié los fines de semana de reggaetón y bullicio en Mr. Fish por los gritos, llantos y colas interminables en Divercity. Cambié el Latin Pop de las radios de moda por las canciones de La Gallina Pintadita (cuyas letras me sé de memoria). También cambié las series de Netflix por los nuevos capítulos de Pocoyó, de los cuáles, terminé enganchada.
“Natalia, ¡ya eres mamá!”, “Natalia, tu vida no será la misma nunca más”, me decía medio mundo, es verdad que quemé muchas etapas y que en su momento me dolía pensarlo, pero todo eso quedó atrás cuando escuché a Mateo decir por primera vez “Mamá”, cuando lo vi dar su primer paso, entre tantas cosas. Ahora que ya no es tan bebé, me hace sentir orgullosa el verlo en sus intentos de ser un niño independiente. Él hace el esfuerzo de bañarse sin ayuda, trata de comer igual que un adulto, intenta cambiarse solo sin importar que le tome el triple de tiempo de lo que me costaría a mí cambiarlo.
Hay algo que sí me hace renegar, Mateo intenta hacer pipí sin ayuda, ¡eso es genial! Pero no es tan genial la peculiar forma en que lo hace; normalmente agarra su bacín y todo bien, pero a veces toma cualquier envase que encuentra en la casa y además, obviamente no “apunta bien” y eso hace que se convierta en un Bomberito y salpique por doquier, dentro de todo es gracioso porque, a pesar del embarre que hizo, se nota que él quiere hacerlo sin ayuda alguna.
El ser mamá me volvió una persona más tolerante, más paciente y cada día, tomo las cosas con un poco más de calma para no perder los papeles. Por ejemplo, cuando salimos a comprar Mateo va en su scooter, de apoco agarra velocidad y piensa que es un Fórmula 1, llega a estar tan lejos que ya no escucha los típicos “¡Mateo! ¡Mateo, cuidado!” y lo única solución que encuentro es correr detrás de él para que no se tropiece con un bache, un desnivel o que no llegue a la pista.
Cada mamá es diferente y única, cada niño es un Edén y un terremoto al mismo tiempo. Tener un hijo es lo más maravilloso que me ha pasado, mi vida cambió, todo ahora es diferente. Hay momentos en que Mateo hace una travesura y respiro para no perder los papeles, a veces pienso “¿Qué haría mi mamá en estos casos?” y finalmente, yo misma tengo la respuesta… ¡ahora yo soy la mamá!
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